El 22 de noviembre de 2000 quedó grabado como uno de los días más dolorosos en la historia de nuestra ciudad. El temporal desatado aquel miércoles provocó un violento aluvión que transformó las calles en cauces desbordados y puso en riesgo a cientos de familias; entre los daños materiales y la destrucción que dejó a su paso, la ciudad lamentó la pérdida irreparable de tres vecinos.
La primera víctima fue Abel Girardi, de 42 años, conocido sodero de la ciudad, quien intentó cruzar el arroyo a la altura de Ovidio Lagos. Girardi fue sorprendido por la fuerza del agua, que había sobrepasado el puente, y no logró salir.
Casi al mismo tiempo, la corriente arrastró a María Marta Cabrera, una niña de 8 años, junto a su madre. La furia del temporal terminó separándolas y, pese a los esfuerzos por escapar, la menor no pudo sobrevivir.
La tercera víctima fue Alberto Alejo Rivadero, de 64 años, changarín. Su cuerpo fue encontrado horas más tarde por personal policial a la vera del arroyo, en medio del operativo de búsqueda desplegado en distintos puntos de la ciudad.
Ese 22 de noviembre, un informe del Servicio Meteorológico Nacional revelaba una tormenta inusual. Se trataba de una continua reorganización de nubes que sólo tenían un movimiento ascendente y descendente pero siempre descargaban agua en el mismo lugar; ese informe explica la caída de casi 300 milímetros en apenas cuatro horas, un fenómeno que sólo es comparable con otro similar ocurrido en Pergamino en 1996.
Las Escuelas, Instituciones, Hospital y Agrupaciones brindaron ayuda y lugar a los evacuados, los cuales fueron más de dos mil cañadenses; por su parte, Bomberos Voluntarios, Policía y jóvenes pusieron manos a la obra encargándose de recibir, acomodar y designar las donaciones que llegaban a la ciudad de diferentes puntos del País, Provincia y la misma Cañada de Gómez.
Pablo Di Tomaso, Historiador local, brindó detalles de su recuerdo de dicho día: «a eso de las cinco de la tarde, se produce la tragedia hídrica más grande nuestra historia. Un aluvión, que superó en algunos puntos los tres metros de altura de agua, arrasó con más de un centenar de viviendas y tres cañadenses perdieron la vida. Dos mil personas evacuadas en las escuelas, hospital e instituciones. Y centenares de familias vieron afectadas las estructuras de sus viviendas. Eso produjo la llegada del gobernador Reutemann que se instaló en la ciudad durante unos días; también el presidente De la Rúa, junto a parte de su gabinete como la ministra de Acción Social Graciela Fernández Meijide, llegó a Cañada de Gómez el día 24. Se conformó un comité de crisis, con la participación de gran parte de la ciudadanía, que colaboró con los damnificados.»
El Intendente Abate estimaba la necesidad de 15 millones pesos para planes de viviendas y 30 millones para que las fabricas afectadas vuelvan a funcionar. “Recordemos que la provincia donó 500 mil pesos y el gobierno nacional un millón y medio de pesos” explicó Di Tomaso, y continúa: «Cabe destacar que tanto Abate, su gabinete, el Senador Provincial Norberto Betique, los concejales, empleados municipales siempre trabajaron a destajo y enfrentando a la sociedad en un momento de mucho dolor. En la sede de Bomberos Voluntarios, las agrupaciones políticas, entre ellos muchos jóvenes, colaboraron en el armado de la ropa y alimentos que se recibían por las donaciones de la población local y nacional.»
Di Tomaso cierra con una reflexión: «Sin lugar a dudas aquella tragedia imborrable en muchas generaciones, demostró la enorme solidaridad del pueblo cañadense. Quizás algún día, el 22 de noviembre debería ser denominado «Día de la Solidaridad Cañadense»».
Por su parte, el historiador local Mauricio Cocchiarella agrega: “al día siguiente la zona sur parecía un territorio arrasado, la gente afectada sacaba con bronca sus pertenencias a la calle. El cauce del arroyo hizo que los vecinos más afectados fueran los de la parte sur de su orilla. La gente comenzó a limpiar sus viviendas arrasadas por el barro mientras volvían de la escuela Almafuerte donde habían sido evacuados, muchos habían ido a viviendas de familiares. Se destaca la enorme solidaridad de los cañadenses, en seguida, más allá de las acciones del gobierno municipal, instituciones como establecimientos escolares y la Parroquia san Pedro se llenaron de vecinos para repartir comida y colchones”.
A 25 años de aquella inundación, cada recuerdo vuelve a señalar la magnitud del desastre y el impacto emocional que dejó en la comunidad. Las historias de Abel, María Marta y Alberto siguen presentes en la memoria colectiva de Cañada de Gómez, como símbolo del dolor y la resiliencia de una ciudad que debió reconstruirse tras una de sus tragedias más profundas.





